sábado, 30 de abril de 2011

salgo

 Dicen que teniendo un principio se tiene un final.
 Donde hay una pista, una huella. La calamidad de la dulce espera.
 La sangre brota. Los azulejos teñidos de formas de un final inacabado.
 Ahora piensas todo eso porque lo viste.

  Me caliento el cuerpo con el sol
  Las percepciones a mi lado encuentran su sitio de preponderancia.
  Me siembro bajo mi sombra y empiezo a pedalear.
  Cuántas hojas por llover, cuántos otoños borrados de mi memoria.

   En el cuenco de este árbol, veo un pastizal, veo un rugido, veo la
   fisonomía de la materia.
   Los rasgos que tiene tu cara,
   una mujer con ojos celestes que me dice te quiero.

   La sabia en un latido del corazón.
  Alguna estratificación de una estructura ramificada.
  Apareces cuando es poesía la hoja, ventosa tu mirada, 
  se rumorea, que permaneces en la galaxia siempre que miras.

  Una centella arremolinada en la tarde.
  El encapsulamiento al cual se somete el ciempiés
  en las manos de la tierra y en la panza del cielo.

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