jueves, 7 de abril de 2011

. La fragancia en el orden. La llave en la puerta. La puerta transversal.
La noche con su disección en el rocío.
Las mañanas calladas, tragadas por la bronca.
Las burbujas que produce un limón en la cerveza,
en la rubia cerveza que se impregna de la noche
y toma los colores como ondas.

Sí, la imaginación al poder. El objeto “en sí” me muestra
mi mediación de la imagen, en fantasma, de pensamiento,
de olor abstracto que son partículas ¿de dónde?
Del aire, de la fragancia en el orden.
De las hojas como espiral armándose sobre el tallo,
de la raíz de su médula hasta su punta.
De su corte sagital, y de su expansión como enredadera que toca mis puertas,
que abre mis llaves, que abre la noche.

Es sabrosa la noche, como sardina en tostada con aceite de Oliva.
Como cerveza alimonada. Como ceviche con rabas y refrescos espumosos y púrpuras.
PÚR PU RA, qué sabrosa que es la palabra púr pura, como se la diga.
Es parecida a CÚR CU MA.
Hay una continuidad suntuosa.
Como aceituna negra descorazonada.

El sabor es el orden. El orden en el sabor de la derrota.
De sentirse sin ser sentido. De amar sin amar.
Como el que habla sin pensar,
como el que oye sin escuchar.
Como el que se estremece sin morir.

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