sábado, 20 de agosto de 2011

Hay



  Hay recodo en el camino, parte sin sustancia. De todos modos yo creía acompañarte, siempre, de algún modo.  Volverán a pisarme tus rastrojos, de pensamientos que ya han pasado, de costilla a costilla. Que mueren en lugares y nacen con lo verde del día, en zonas oscuras, móviles y distantes, como la paloma que golpea y acaricia mi ventana. Allí, tiempo atrás, iluminaba la caída de la tarde sobre tu espalda. Y yo moría por besarla.
   Calor que quema. Hombres que mueren en brazos de la libertad. Libertad que no duele y es única, que llama a los que la buscan. Que tiene tiempos y pies, y brazos para abrazarte.  Cuando un estruendo dice apagar mil soles, y se caen las lluvias a la tierra, es porque el barro quiere formarse, quiere hacerse gota, quiere hacerse agua en inundaciones, y quiere hacerse árbol para el conocimiento. Árbol para el animal, que lo trepa, que lo lleva, que lo envuelve en ventilaciones y gestos, en noches arañadas por la oscuridad. Cuando la selva se retrae hacia el bosque y el jardín es una madriguera tapando el manantial, el horizonte es un piso flotando. Hacia mi, vuela una mariposa y se pone acá, reposa en mi costado y se sube a mis costillas. 

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