Un ambiente declinado, sobre las mañanas hospitalarias,
de la gente acostumbrada al dolor. La bondad, la solidaridad; el rencor.
Las buenas voces, las lindas luces que aparecen: las médicas vestidas de blanco
atienden con sus ojos fugaces al paciente en la cabecera.
La mirada bien en lo alto, apaciguando esta impronta verdad.
El azúcar en la sangre ha hecho destrozos.
La glucemia, el potasio y el suero son los niveladores
reales de una tranquilidad esperada
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