sábado, 26 de marzo de 2011

No es posible el raconto.

Mi mente no paró de pensar desde que me despedí de los Zendoa, allá en San Cosme y San Damian hasta Encarnación.
  El reducto de la energía era absorbida por el viento fresco, las manzanas de tierras coloradas, y las zandías rojas en tardes amarillas.
  Se que tenía cientos de palabras grabadas en la memoria, que quería recordar para la trama del relato; pero muchas ahora se me olvidan. Será que el instante de silencio, que la paz encarnada en los movimientos del día no puede ser simple réplica. La historia como una cronología se empeña en repetirse como un diario de un viaje, día por día, momento por momento. Pero el acontecimiento escapa a nuestra razón, a nuestro puño y a nuestras letras.
  Hay que vivirlo. Hacer una fotogalería en el expediente de la rutina es algo sin sentido para aquellas manos y esos pies que la hacen todos los días. El alma turbada en esas fatigas y en esos raptos de felicidad no puede expandirse para ser relatada. Sólo se tiene que observar. Y que queden esas personas y esas tierras impregnadas en la sangre. Que el corazón y los ojos se limiten a escuchar y actuar. A sentir el instante.

   Siento que la codicia de la felicidad es una trama tan difícil de apretar que sólo viviéndola en la rutina se la puede vivir sin ser sufrida.
 
 La mandioca, la acerola, el cacu, las uvas y las naranjas que mataban el hambre. Una música en aquél alero de paja, con techo a dos aguas y la lenta revelación de que los días morían allí como el pasto en el sol cruel de enero.
  Las lluvias goteaban de vez en cuando, casi todos los días. Pero sin profundidad. Sin mojar la tierra para secar la sed y mojar la garganta.
  Hay una hamaca paraguaya para alivianar al cuerpo luego de una jornada de hacer nada. Hay un viento fresco que mece como lengua de diablo. Como lágrimas de Virgen.
 
- “GOL  DE PARAGUAYY!” Le dice Abuela Aurora a Milton, un rubiecillo inquieto con ojos celestes.
  “INDIO BLANCO SOS ” Piensa Aurora en voz alta. La escucho. Me rio. Saco una fotografía. Se ríen, Aurora, Milton y Lady.

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