domingo, 11 de diciembre de 2011

Fantasmas en la noche

  Ese hombre contemplaba desesperanzado,
  la frescura de la noche en la palma de la mano.

 Aquella madrugada, a la 1:30am, un solapado sueño con rostro de fantasma vino a buscarme. La luz tenue del cuarto y el silencio abismal teñían de ingenuidad aquel cuarto, mi cama. Las sábanas desplazadas olían a frescura de verano.  Pero esa noche realmente sentí que me moría.
   El sueño me fue chupando como la muerte que viene a buscar lo que es suyo. Mi cuerpo inmóvil en el costado izquierdo de la cama no podía luchar contra esa fuerza succionadora que me anclaba en la conciencia , y me desfiguraba el rostro, y me rompía los huesos. La sequedad en la boca, la lengua para afuera, la garganta que se abría. La imagen en el centro de la mente con la certeza de que aquella figura entraría por la puerta de la terraza, contigua al cuarto, con la puerta abierta para el final del acto. Que descendería cual  jinete de su caballo y cortaría cabeza como rebanada, en el instante justo antes que de las brasas del infierno desciendan mi cuerpo hacia el vacío.Dos muertes me atacaban, la muerte sobre la muerte.
  La imagen fija, yo seco, desesperado ante cada segundo milimétrico que pasaba reducido cada vez más mientras el fantasma  por la puerta, por las ventanas, se esparcía entre el polvo y el viento feroz de la noche. Sin embargo el vendaval ya había pasado la noche anterior y sólo corría la brisa. 
 Recuerdo un solo pedido de auxilio, casi inservible, casi desesperado: Luqui!!!
 Un segundo de conciencia y pude… sólo un pensamiento. Sólo un acto de conciencia o un microsegundo que me alzó de la profundidad. Sólo un acto de un músculo. Quizá un tendón. Quizá una célula de glifosato que reaccionó. Quizá las entrañas.
 Pero lo que me salvó fue tener un sueño dentro de un sueño. Un cuento dentro de un cuento. Quizá una enseñanza. La nostalgiosa siempre engaña, pero en cuestiones de raíces ancla el corazón y el alma hasta en el más hondo subsuelo del inconsciente.
 Luqui de niño me había dicho un día luego de contarle que sufría por pesadillas :
“Es simple, sólo pensá en ese momento que vos podés vencerlo. Qué vos podés controlar el sueño. De alguna manera, lo podés controlar y lo cortás cuando querés”.
 No sé si era un sueño o qué, pero aquella noche realmente vinieron los fantasmas para el juicio final. Para saciar el alma de mi cuerpo que se hundía súbitamente, trozo a trozo.  Pero aquel anhelo de respirar, sólo el recuerdo de un consejo salvó la muerte sin sentido.

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