jueves, 1 de septiembre de 2011


Cuando las palabras arraigan. Cuando el sonido limpia.
Cuando se moja el aceite en mi boca y entre rúculas, espinaca y tomates cherrys  
 siento en la terraza como la noche respira.

 Hay asceto en ensaladas, repollos, perros ladrando y corriendo. Animales sueltos. Bestias de la noche.

  No hay que hacer más. Cualquier movimiento creería hacerlo bien, en cualquier lugar y espacio,
 con su justo pulso, mientras las horas no se dejan oscurecer.
 Mientras las paredes son frescas y crecen arremolinados los milagros en los pies, y en las manos,
  y me muevo bailando esta melodía lenta y rígida. En los zócalos, en las lonjas, y en las fibras.
 Aeroplano.
 Giro inevitable.
 Con estos músculos y estos tendones. Esta vibración.
 De un cerebro desarticulado. De un cuerpo uniéndose.

No hay comentarios:

Publicar un comentario