sábado, 24 de septiembre de 2011

chau



  De las entrañas sacó algo que le había estorbado hace tiempo.
  Pasó por su vorágine hasta la madurez de su cadalso. Lo miró como quien mira el atardecer.
  Apretujó los dientes, abalanzó la esperanza y camino rumbo perdido va.
  Sus familiares decían, sus hermanas comentaban, la abuela Rosita rezaba, cuándo, cuándo será aquél día.
  Llegó, puso todo el dinero sobre la mesa, descascaró una mandarina, chupó el jugo, sacó las semillas.
   Y luego devoró el flan con crema que había dejado Rosita sobre el mantel. Le dijo te quiero. Un gran abrazo y cargó su mochila con recuerdos.
  No llevaba cámara ¿ Para qué ?
  Allí en Caleta Oliva todos los instantes son mágicos. No hace falta guardar en el futuro la leyenda de todos los días.

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