De su boca salió un pensamiento como un resoplido por la tierra, como una prenda hacia el suelo,
y de la ventana al baño, y hasta la estancia de los Ibáñez.
Colgó en el escurridor todas las hojas de té para que se sequen, y se marchiten. Y se quiebren.
Puso la pava. Cebó unos mates mientras comía nueces. Amargo con amargo.
La torta de manzana que le habían preparado se la comió el perro Rulfo.
La torta de manzana que le habían preparado se la comió el perro Rulfo.
Encendió la luz y se puso a silbar. A lo lejos veía las chispas de las fogatas de la familia vecina.
Quería atrapar eso que rondaba en el aire, ese chiflido de los pajaritos por la noche; las chinchillas que pasaban.
Sintió que debía tomar decisiones abismales. Que debía soltarse.
Pronto recuperó la cordura. Agarró la guitarra, miro el paisaje con diez pinos;
aquella casa donde su amada esperaba.
aquella casa donde su amada esperaba.
Y dejó suspender el tiempo, otra vez.